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Cómo afrontar la soledad.

Todos nos hemos sentido solos alguna vez. Pueden darse, y de hecho se dan en nuestra vida, situaciones en las que sintamos una ausencia de conexiones de intimidad con los demás. ¿A qué se puede deber y cómo se puede afrontar la soledad?

El desarrollo de una autoestima pobre, las creencias irracionales sobre la soledad o las expectativas demasiado grandes. Por ejemplo que si se tiene pareja ya no nos sentiremos solos, contribuyen a fomentar un miedo a estar solo y a sentimientos de soledad desagradables y que nos hacen sufrir.

Y ese miedo a la soledad, relacionado con que los demás te rechacen, que no te quieran, puede provocar a su vez relaciones de dependencia que nos impidan tener relaciones sociales totalmente plenas. Los demás dejan de convertirse en una fuente de disfrute y cariño para ser un método para evitar estar solos. Incluso puede hacer que se eviten, paradójicamente, las situaciones sociales por miedo a ellas.

Sin embargo, en ocasiones también necesitamos momentos de soledad para nosotros mismo: de reflexión, independencia o disfrute personal, sin gente a nuestro alrededor. Esta tipo de soledad, lejos de resultarnos aversiva nos es agradable y nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y  a desconectar.

Esto no quiere decir que no seamos sociales. Al contrario, en muchas ocasiones el buscar momentos de soledad nos ayuda después a mantener mejores relaciones sociales y a ser más activo en ellas. 

¿Entonces toda clase de soledad es mala para nosotros?

La respuesta es que depende. Depende de si la soledad es elegida y voluntaria (la que nos hace bien y que podemos controlar) o si es no elegida e impuesta.

La soledad impuesta, la que interviene en el miedo a la soledad, es aquella que no elegimos, la que no se puede controlar y que nos viene aunque nosotros no queramos. La que nos duele emocionalmente y es perjudicial para nuestro bienestar. De hecho, hay estudios que comparan los efectos sobre la salud de este tipo de soledad con el tabaco o la obesidad. Además, se está convirtiendo en un problema cada vez más frecuente, ya que por mucho que dispongamos de redes sociales, éstas no ayudan a disminuir el sentimiento de soledad. Más bien al contrario, lo incrementan. Es más complejo que simplemente estar rodeados de gente para evitarla. Se trata de establecer conexiones con los demás que nos enriquezcan.

Por lo tanto, ¿Qué se puede hacer con la soledad no elegida?

La solución pasa por trabajar el miedo a estar solos. A ser conscientes de nuestras creencias, de lo que pensamos sobre la soledad y a cambiar aquellas que no nos ayuden a afrontarla. Ell trabajo con la autoestima, las habilidades sociales y limitar las conductas de evitación de situaciones sociales debido al miedo al rechazo son fundamentales. También se tendrían que enfocar los esfuerzos en buscar situaciones sociales, como apuntarse a clases de baile, a actividades de redes sociales, apuntarse a cursos… es decir, a fomentar la aparición de situaciones en las que se puedan producir estas relaciones sociales plenas.  

Somos animales sociales y por tanto, necesitamos el contacto con los demás para satisfacer nuestras necesidades afectivas. Esto hace que sea imprescindible el conocimiento y la prevención de la soledad en nuestra vida diaria. Si necesitas ayuda para afrontar tu soledad no dudes en contactar conmigo para iniciar tu proceso terapéutico.

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